One sunday morning
she woke up in my bed.
But she didn't make me pancakes
[pancakes],
She didn't make me pancakes...
Es chiquitito. Camina con pasos cortos, los pies bien juntos, los zapatos ridículamente enormes para esa apariencia de repollito de bruselas.
Hola, sí, ¿me das una bandejita para sopa? No, de esas no, las que traen calabaza y apio...Ah...¿no te quedan más?...Hmm, bueno, gracias.
Es todavía más chiquitito. Camina con pasos diminutos, los pies así de juntos, los zapatos ridúculamente gullivéricos para esa apariencia de repollito de bruselas.
Nunca, desde que tenía memoria, había usado un cuchillo para hacerse la sopa (quizáaas, alguna vez, para cortar el nylon de la bandejita, pero nada más, ¿eh?). Nunca, nunca, nunca, never-in-the-life. Había intentado, más vale, pero nunca faltó un incidente allá por la segunda zanahoria. Esa cosa de enfrentarse a las hortalizas tan de cerquita, tan féis-tú-féis, lo aterraba. Prefería no involucrarse en todo ese rollo de la sopa...¡mirá si la Pachamama se le enojaba por andar masacrando a los pobres vegetales él mismo! ¡Un horror!
Stop. Media vuelta. Un casi-déja vú generado por la repetición del camino.
Hola, sí. Yo de nuevo. ¿Sabés qué? Dame un anco, un poco de apio...sí, ¿un poquito más grande no tenés? Sí, así está bien. Ehm, un kilo de zanahorias...cebollita de verdeo...puerro...No, no, nada más. Buenísimo, gracias, hasta luego.
Es (tá) estirado. Camina siguiendo el pulso de sus auriculares, bailotero, decidido, las zapatillas que ni ajustan el dedo del pie regordete ni ampollan el talón.
Pucha, che, lo único que necesitaba era un poquito de voluntá!
[holi, sí, no me gusta mucho esto, pero tenía ganas de escribir algo]