Fluye, como si fuera eso que ve todas las mañanas [en vacaciones, mediodías, si no es más tarde]. Pero no, es horriblemente sólida, compacta, ósea. Eso es lo que le molesta, los huesos, los huesos, los huesos. Siempre quiso ser como la nena del libro que leía cuando todavía le quedaban muchos [si no todos] dientes de leche, esa que era como una gelatina y que tóc-tóc-tóc, uno, dos, tres, quince escalones con mucha más gracia que su mañana [en vacaciones, mediodía, si no es más tarde].
Ínfima, sí, ínfima. Era ínfima, se decía, ínfima como las espinas de Cactucito. Claro, siempre le hablaba a Cactucito, era una compañía agradable. Él sí fluía, siempre quieto en su barro, pero fluía.
Ch-ch-ch, FFFFF, ponía la pava y traca-traca batía. Se quedaba sintiendo el frío en la cara y después sí agregaba el primer bocado que había probado en su no-fluir [porque antes sí fluía; antes no era ósea; antes, incluso, era dos cosas y no una; y antes de eso una idea; y dos meses antes, nada].
Claro, era nada, cómo le gustaría a veces volver a ser nada. Pero le había tocado ser todo [o eso solían decirle] para otros dos no-fluires que antes [aunque mucho antes] también habían sido fluires. Nunca entendió cómo, habiendo ellos fluído, habían condenado a un fluir a, de un día para el otro, no fluir. "Escribir un libro, plantar un árbol, tener un hijo", dicen. Pero los árboles fluyen, como Cactucito. Los libros, ni hablar, fluyen todo el tiempo. Pero a los hijos nos condenan a ser tan óseos...después me vienen a hablar de libre albedrío.
Sin embargo, muack-muack, saluda a los otros dos no-fluires, muchas veces de mala gana. Y tóc-tóc-tóc, uno, dos, tres, quince escalones [aunque multiplicado por menos uno, hay que cambiarle el sentido a la función porque sino se complica].
No, no me pidas qué hace después, no es tan rutinaria, ese es el poco fluir que le queda.
Inevitablemente, cada tanto se dedica a largar todo lo que ve ñic-ñic todas las mañanas [en vacaciones, mediodías, si no es más tarde] por los ojos todavía chiquitos, pero la mirada siempre profunda. Siente entonces que fluye un poco más, porque fluye desde las entrañas, desde la córnea, desde eso que el cuadro de Spilimbergo le dice que no es la cabeza, desde eso que, como ella cuando era dos cosas separadas, no es óseo.
[hasta ahí llegó mi noche, después me cansé de escribir y me dormí]